Rebeca Weis
2020
Para mis nietas,
Guillermina y Amalia
hacedoras de mi esperanza.
Me cantaba mi madre:
“Eres mi media naranja
Y yo tu media luna.
Las dos hacemos una”
Todo era alegría cuando los abuelos anunciaban su visita.
Vivir en la Patagonia era muy lejos.
La abuela decía que no había lugar más beLLo que la comarca andina.
El abuelo decía que la abuela era “finoli” porque al decir beLLo pronunciaba la LL.
Mamá decretó limpiar y ordenar. Y así fue.
Cuando entraron los abuelos todo, o casi todo, estaba en su lugar.
Pero el orden duró dos días. Y entonces la abuela comenzó a escudriñar.
Primero fue el botiquín del baño, después mi caja de arte: separamos colores, fibras, pastas, acuarelas, pinceles. Limpiamos y desechamos lo que ya no servía. Hallé algunos objetos perdidos. Eso me dio alegría.
Luego llegó el momento de mi pequeño armario guardarropas. Al abrir las puertas cayeron pantalones, buzos, remeras, shores, blusas, y ni hablar de los cajones. ¡Puf!¡Qué espanto! Dijo la abuela y comenzamos a ordenar.
Clasificamos, doblamos, dejamos de lado. Me di cuenta de cuánto había crecido. El cuarto era una danza de ropa por todos lados.
Fue entonces que la abuela descubrió una caja asomándose por debajo de la cama de mi hermana.
-¿Qué es esto?- preguntó la abuela.
-La caja de las medias huérfanas- respondí.
-¿Qué quiere decir huérfanas?¿Qué no tienen ni madre ni padre?
-No, que no tienen a su hermana, la otra media.
-Entonces no son huérfanas, son…son…¡Hijas únicas!
-No, porque tuvieron una hermana y la perdieron. Te explico abuela.
Y comencé pidiéndole que se sentara. La abuela se sentó en el piso con la caja de medias entre sus piernas y revolvía la caja que, fácilmente debía tener ¡60!¡NO!¡68 medias sin su par! Las contó.
-Pero ¿cómo llegaron a esto? Hay que buscar los pares.
-No abuela, no te preocupes. Mamá, Liwen y yo usamos los pares diferentes.
-Nunca vi nada igual- dijo muy sorprendida.
-Andamos con medias a medias.
-Claro- dijo la abuela a media voz- Pero yo buscaré los pares.
-No es necesario abuela- agregó Liwen que estaba sentada en su cama en actitud de desconcierto.
En ese momento mamá llamó a cenar. La caja quedó allí esperando ser intervenida. La abuela dijo que más tarde, a media noche, la revisaría.
Tal vez mi abuela no entendía lo de las medias a medias porque ella tenía sólo una hermana.
Liwen y yo teníamos medio hermanos, dos.
-Eso de medio hermanos no me gusta-dijo el abuelo en la mesa.
-¿Y cómo lo llamarías?- pregunté.
-Hay que inventar un nombre- dijo la abuela.
-Somos HERMANASTROS.
-Es un nombre muy feo- dije y pensé en la foto de fin de curso cuando estábamos todos.
No éramos una familia, ¿o sí?
Media familia era de mamá, media era de papá.
No importaba el nombre, después de todo.
Éramos una familia.
Y la abuela dijo que:
Tampoco importaba si éramos una familia media, de clase media, si andábamos a velocidad media por la ruta 40 porque la temperatura media de nuestro hogar era la calidez y la altitud media hasta donde llegaban nuestros sueños era más allá de las murallas del Currumahuida.
Y continuó:
Lo que importaba era que mamá en media hora amasaba los más ricos ñoquis, que Liwen en media hora escribía media página de buenas historias y que yo era feliz yendo a dar media vuelta por el park en skate.
¡Cómo nos reímos!
La abuela concluyó su discurso diciendo que nuestra casita de la comarca era como una fortaleza de la Edad Media con una reina y dos princesas, aunque a mi abuela no le gustaba la monarquía.
Y todo esto por una caja de medias huérfanas o hijas únicas o hermanastras.
En tres días la abuela revisó y halló 14 pares. Un récord.
El resto lo clasificó por color, tipo de dibujo, por rayas, lunares, dibujos geométricos.
La caja de las medias quedó reducida, pero a medias.
Y entre charla y charla comprendimos que no vivíamos a medias.
La abuela se llevó dos pares discontinuos de recuerdo.
Eligió unos muy coloridos.
La caja volvió a asomarse por debajo de la cama.
Los abuelos se fueron un miércoles a media mañana.
Entre los paseos al lago y al río, las caminatas por los senderos al atardecer, las fiestas populares de la comarca y el empacho de cerezas de cada día nos dimos cuenta de que
LAS MEDIAS HACEN LA UNIDAD