Cada día que pasa, más dueña de mí misma,
Alfonsina Storni. Van pasando mujeres. 1920
sobre mí misma cierro mi mirada interior;
en medio de los seres la soledad me abisma.
Ya ni domino esclavos ni tolero señor.
Ahora van pasando mujeres a mi lado
cuyos ojos trascienden la divina ilusión.

INVISIBLES
Son mujeres invisibles, nadie las conoce, las conoció ni las conocerá. La Historia las ignora porque no han hecho nada heroico, ni loable, ni importante. No descubrieron ni crearon, ni investigaron, no aportaron, ni lucharon, no son ni fueron pioneras, líderes, santas, no fueron tapa de diario, no figuran en diccionarios, enciclopedias, no son ni fueron artistas, políticas, científicas, escritoras, ni sus retratos o fotos aparecen o aparecieron en almanaques o en algún concurso de algo. Son mujeres que pasan por la vida sin que nadie las recuerde, o las observe, o las destaque. Son mujeres que marchan a mi lado.

Siempre miré con detenimiento a los seres que nadie mira, traté de descubrir en ellos algo, algo por lo cual valiera la pena que vivieran, un detalle, su voz, su cabello, su perfume, su simpatía, su locura, no sé, algo propio que las hiciera bellas. Estas mujeres son las de todos los días, amigas, vecinas, mujeres vistas u oídas en lugares de espera, relatadas por las leyendas familiares, modeladas a partir de la observación curiosa en lugares cotidianos, cercanos. Las salvan el amor a sus hijos, a sus esposos, a sus amantes, su profesión, su trabajo, sus artesanías, sus labores.
Hay un territorio habitado por mujeres que trabajan, cocinan, planchan, limpian, llevan a sus hijos a la escuela, atienden a sus hombres, cuidan a sus viejos, tal vez no estudian, ni leen, ni van a los museos, ni al teatro, ni compran libros ni ropa cara en los centros comerciales, ni nunca subirán a un avión ni conocerán Miami, ni Disneylandia y seguramente morirán en hospitales públicos o súbitamente cuando la vejez y las arrugas determinen su fin.

Estas mujeres son bellas, inconmensurablemente bellas porque son de carne y hueso, son de verdad y a ellas también les suceden acontecimientos dignos de ser contados.
VERANO
Desde la ventana de la cocina, detrás de la cortina, como una vieja fisgona, me deleito observando a la Chola barrer con esmero la vereda de Garzón. Son exactamente las 9.00 de este lunes de verano. Si fuera invierno serían las 10.00. Chola es muy cuidadosa con las estaciones, los días y las horas para barrer. Precisamente a estas horas sale la Chola a la vereda. Yo comienzo a lavar verduras, a cocinar la sopa en la vieja olla roja de mi madre.
Abre la puerta y con la escoba barre las hojas de izquierda a derecha hacia el cordón de la vereda, las junta con su pala verde y las deja en un montoncito en la esquina cercana para que el barrendero las recoja. Después entra y busca el primer balde rojo y luego de arrojar el agua con precisión contra la pared para que corra, barre con fuerza, friega el piso y vuelve a entrar con el balde vacío y trae otro, el azul, lleno de agua y sigue con orden geométrico y vuelve a entrar y vuelve a salir, balde rojo, balde azul, escoba va, escoba viene y yo desde la vereda de enfrente junto a mi ventana, detrás de la cortina no le pierdo detalle. Yo lavo pico vierto sazono cuido el hervor.

Hoy martes me embelesa el sonido de la escoba barriendo las baldosas, es un runrún áspero y adormecedor, raspa, me produce una somnolencia nostálgica. Una alondra se posa en la rama de mi plátano, me distrae. De mi olla salen aromas primorosos, apios, cebollas, ajos, acelgas. Desde la vereda de enfrente contemplo a mi madre barriendo el patio de mi casa después de las tormentas, la veo llorando, no sé por qué llora, barre con furia, arroja otro balde y otro y llora y llora. Yo destapo la olla, menguo el fuego. Se asoman los choclos y las zanahorias.
Desde mi ventana, este miércoles, detrás de la cortina, la espío con atención a la Chola, seca el piso de baldosas con un trapo gris y sigue con las ventanas y pasa más trapos grises mojados a las persianas bajas y las seca, guarda los baldes y los trapos, ahora barre el cordón, empuja el agua de la zanja hacia la esquina, quita los yuyos del árbol de su casa, y mi madre llora y la Chola barre. Hoy hay puchero, lentejas, arroz, arvejas, chorizo. ¿Qué barremos las mujeres? ¿Qué cocinamos las mujeres en las ollas de familia?
Jueves de sol y desde mi ventana, detrás de la cortina advierto cómo la Chola saluda a las paseantes que van de compras. Yo hiervo espinacas en mi olla roja y gastada. Desde el umbral, Lorenzo, su gato viejo, la ojea y se acicala. La Chola en botas de lluvia lo patea para adentro. Yo hiervo remolachas y berenjenas, luego espaguetis ravioles moños. Yo adobo, guiso condimento.

Como mi madre barre la Chola llora yo lloro y cocino mi madre llora la Chola observa mi madre cocina observa la Chola barre yo me observo barrer un llanto cocinar en esta olla. Por la ventana de este viernes, detrás de la cortina en la cocina, en la vereda de mi barrio, barro, barre, barremos cocino, cocina, cocinamos las hojas del árbol barremos las sopas de las ollas.
¿POR QUÉ HAY MUJERES ASESINAS?
CUARESMA
Sus ojos negros y profundos denuncian la angustia. Sus manos temblorosas sostienen la cuchilla asesina. Se huele la muerte. Sus labios pronuncian en silencio el grito de liberación porque a pesar de su delantal cubierto de sangre no está arrepentida. Inmóvil, detrás sólo el silencio. Un sudor de alivio infinito la envuelve. Recuerda la escena. Cuando entró comenzó a insultarla. Cuando Dora respondió él le asestó el primer golpe. Cayó al suelo, se levantó llorando, gritó, y entonces fue la segunda trompada. Inmediatamente y sin titubear Dora le dijo: “No, por favor, no es verdad, estoy haciendo todo lo que me decís, estoy cumpliendo, por qué me pegás si no hice nada. No llamé a Juan, te dije que él llamó, yo no. No te enojes por favor, pará pará”. No pudo, no quiso hacer otra cosa que tomar la cuchilla y clavarla en su espalda. La textura del suelo le era desconocida. Por la ventana vio los árboles y el cielo. El golpe el insulto, todos los días, cada día, la amenaza, “si te vas te mato”.
En tiempo de Cuaresma no se come carne.

ADVIENTO
Cuando apareció la policía todo el barrio estaba en la calle. Dora fue llevada a la 42. Allí pasó la noche y el día siguiente y el otro. Luego la trasladaron al Penitenciario de Mujeres de Ezeiza. Cuánto tiempo le llevó adaptarse aceptar, sin embargo comenzó trabajando sus temores y ausencias. Nadie iría a verla. No había nadie. Los días los pasaba esperando, en duelo, pero con esperanza. Se permitió hacer algunas amigas. La vida allí dentro no era sencilla, nada sencilla. Comenzó dos cursos, un taller de narración y se anotó en dos talleres productivos y sobre todo empezó la universidad. Tenía terminado mal su secundario pero terminado al fin, estudiaría Sociología. Inició un diario.
15 de mayo: Estoy intolerante y poco amigable, tratando de reconstruir un tejido dañado, mi propia vida. Me pienso, me quiero.
8 de junio: Hoy comencé el taller de narración y el de periodismo es el martes, me divierto, me disfruto, me celebro. El teatro me ayuda.
26 de agosto: Escribo con gusto, mis trabajos son aceptados. Me dijo la profe que lo mío se podría publicar. Siento que a pesar de todo estoy creciendo y aprendiendo.
5 de septiembre: Viajo, viajo. Imagino que escribo y publico. Hoy viene mi abogado.
10 de octubre: la Flaca, se llama Ana, y yo estamos bien. Amo intensamente este encuentro. Crezco y envejezco en paz. Ana saldrá pronto. Desde este profundo duelo me aferro a la escritura como esperanza ante el desasosiego y la incertidumbre.
El Adviento hay esperanza.

EPIFANÍA
Dora fue sentenciada a quince años de prisión. Ana la visita. Hizo a su cuerpo amigo del cielo que ve por la ventana. Comenzó a buscar verdades en los libros. Dejó atrás su culpa y ya no sueña con cuchillas. Un pensamiento recurrente la levanta cada mañana, la libertad, la libertad. El tiempo se hace extenso y difuso, teje hilos de colores y los sueños no quedan en la almohada, aunque un miedo se reitera, morir en la cárcel. Recuerda una parte de la casa de su niñez, los árboles y sube sube sube hasta la última rama, quiere tocar el cielo. Pero algún día dejará esta jaula, estos cerrojos y pasadores. Está encontrando una sensación reciente, escribir sobre el violento mundo de las mujeres golpeadas. Cada letra es un instante de felicidad. Arma el rompecabezas de su vida.
Es tiempo de Epifanía, de manifestación, de revelación.

NO ABRAS LOS OJOS
Cuando tenía seis años, fruto y consecuencia de mis terribles vacaciones en Mar del Plata con mis tías Zulma y Chela, que me obligaban a dormir la siesta a oscuras y a desayunar té con leche y tostadas con jalea de membrillo, ambas situaciones muy detestables para mí, lejos de poder revelarme como hacen hoy los niños y niñas, volví a mi casa con un sueño recurrente. Durante varias semanas me despertaba gritando por las noches y mi abuela con quien compartía la habitación debía levantarse a despertarme y yo me quedaba llorando en sus brazos hasta volverme a dormir. En el sueño un ser verde me ordenaba: “No abras los ojos”, yo obedecía, luego me ordenaba abrir la boca y me daba cucharadas de jalea de membrillo que yo tragaba hasta llegar al vómito. Creo que en el sueño quería reaccionar, pero no podía. Tragaba y tragaba.
Esta inmunda pesadilla cada tanto parecía hacerse realidad. Siempre topaba en la vida con hombres que me pedían: “No abras los ojos” y yo obedecía y tragaba tragaba. Hasta que mi sueño fue cambiando con los años y yo le daba de comer al ser verde y le ordenaba que no abriera los ojos. Cuando logré que me obedeciera sencillamente la pesadilla desapareció.

LOS DÍAS QUE VENDRÁN
Todo en el campus es para mí. Con lugares de resistencia, sin patriarcado, desde narrativas del desencanto porque lo inmodificable, lo subjetivo femenino y los roles asignados están allí. Lo binario no existe. ¿Existe el género? Perturbadora e inquietante experiencia. Siempre hablamos de otra cosa, las maternidades y el aborto, los tipos de madres, con madres de tipo.
Más allá de lo siniestro en los vínculos, con rituales sociales, pasos y procedimientos, hijas como objetos tenemos la dimensión de los cuerpos, ficciones de lo poshumano, distopías en el presente. Somos lo perverso, mujeres ardientes, con dolor de femicidios, donde leyendas urbanas, lo gótico nos perturban, o nos sosiegan y la magnitud del miedo y del horror nos sacuden.
Y vemos que los huesos son un asunto político y se usa la violencia como liberación. Hay pájaros de fuego volando sobre los cielos porteños. Cuando hablamos de los muertos, de lo propio y lo otro nos invade la etnografía deslocalizada, las nuevas identidades. El trabajo de los silencios abruma mientras el futuro perifrástico tiene forma de olas. Un deseo, un mandato, un plan nos completa o nos destruye.

Más acá, el suicidio y su rito, la finitud y su biopsia, luces y sombras que buscan el vacío. Necesito completar, construir puentes con el otro. partir, parto, parir, parimos con animalidad. busco el secreto como el olvido, lo que está entre, la vida como un plan o como un destino. Lloro la tragedia griega, los violentos placeres, intuyo una voz, varias voces, el espacio yermo árido seco y el punto ciego que me lleva al duelo a los espejos.
Hoy es tiempo de agonía. La cadena alimentaria de la villa existe como en la vida, es un apocalipsis, una canción fúnebre. Hay parodia, exceso, un dios feroz, sin embargo, el cumbión es contigo y es conmigo. Es barroca mi vida, llena de pliegues y claroscuros. Siento acaso sensación de vértigo, al límite.
¡Oh clase progre porteña! ¡Qué pena!
Dejo de amar a la Virgen que se convierte en el Vaticano. Mi Virgen es la del pesebre y la de la Cruz, la piadosa. Miro impávida el cuerpo utilizado del pobre. ¿Cuándo llegará la ruptura con el sistema? Ser travesti o no serlo es una fiesta mientras los hombres sin nombre o nominados y apellidados nos dejen en paz.

Mujeres, transparentes, transgresoras que transforman, transfunden sangre ideas vida, es éste un transcendental momento, este transcurrir pasará, todo pasa. Los días que vendrán serán arduos laboriosos dificultosamente complicados. Habrá laberintos fatigosos. Bruma improbabilidades agotamiento, pero será ley.
YA DUÉRMANSE NIÑOS

Ya duérmanse niños que mamá está cansada. Ya rezamos el Ángel y escuché sus andanzas. Mañana nos espera una nueva jornada. De camino a la escuela saltaremos los charcos que la lluvia ha dejado en esta villa olvidada. No hay bicis ni plazas ni mochilas de princesas ni pelotas doradas. Ya duérmanse niños que mamá está sola y fatigada. Sueñen que son ricos que no les falta nada ni juguetes ni golosinas ni ropa nueva ni acolchados gordos ni vacaciones en verdaderas playas. Sueñen que no sienten frío que no hay más ropa usada y comen a una mesa repleta de dulces y leche chocolatada. Ya duérmanse niños que mamá está rendida, que trabaja mucho pero nunca alcanza. Llegará el día que habrá para todos cuando rompan la piñata. No estarán soñando sino muy despiertos y mamá no estará agobiada. Tengo la esperanza de que llegará el día en que los niños pobres tendrán alas, abandonarán miserias sonarán flautas y campanas y como en los cuentos de hadas habrá un final feliz con música encantada. Sueñen, sueñen. Pero hoy ahora ya, duérmanse niños, que mamá está muy pero muy cansada.
OFRENDA. INFUSIÓN PARA ANIMARSE
Hoy, mujer, hermana, te traigo una ofrenda un regalo un don.
Como un hada salí al campo a recoger hierbas y yuyos y con ellos sus bondades y secretos. Los hay digestivos circulatorios antisépticos laxantes sedantes depurativos afrodisíacos y tanto más.
Después de la pobreza, la violencia, de los refugiados, de la exclusión, el racismo, de la ignorancia, del poder de las multinacionales, de los imperios, del cáncer, de la contaminación ambiental, de los muertos por las armas de las guerras y los virus de laboratorios, por la injusticia y tanto más te daré una infusión.

Con una carqueja cuidarás tu hígado y tus enojos, con malva protegerás tu piel y pondrás límites, con un diente de león eliminarás a las personas tóxicas, con la ortiga no vivirás estreñido guardando odio y con el llantén cicatrizarás heridas y activarás tu sistema inmune contra tanta necedad y estupidez.
Te daré una infusión para que te animes a ser feliz a pesar de la frivolidad, de la locura de la mentira del suicidio, para que cures enfermedades del organismo del cuerpo del alma, de ti contigo de ti con el otro, para que rompas maleficios y desanudes enredos. Te prepararé una infusión para que te animes a confiar, a pedir, a dar y a agradecer, a luchar, a aprender a perdonar, para que se disuelvan tus partes solubles en un líquido caliente sin hervir y seas tisana pócima brebaje bebedizo y te animes y me anime a seguir viviendo.
Hoy te traigo una ofrenda un regalo un don. Tómalo que te hará bien antes de que se enfríe.
