Amo el adverbio

Adverbio

Amo el adverbio porque es invariable, como yo, que no ando diciendo una cosa y haciendo otra, tengo palabra, no varío según la situación. Eso siempre se lo digo a Beto. Él no entiende que estoy tratando de no confundir el objeto con el problema. Le tengo que explicar que el objeto es él y el problema vengo a ser yo que sigo con él. Aquí el adverbio invariable es siempre, porque siempre siempre lo amé y él nunca nunca me pudo amar como yo necesito ser amada.

Esta es la función de lo que alguien me dijo o escuché por ahí que es el llamado pensar epistémico, o sea, abordar problemas a partir de lo que observo, para indagar más en lo profundo de la realidad y redescubrir las posibilidades que se ocultan, que me permitirán construir un modo diferente de abordar nuestra relación.

Aquí vamos: “abordar problemas a partir de lo que observo”, y aquí entran a jugar los denominados adverbios restrictivos del valor de verdad y de los adverbios reforzadores del valor de verdad. Veamos. No es lo mismo decir Supuestamente somos el uno para el otro que Aparentemente somos el uno para el otro. Es que no estamos viendo lo mismo o las perspectivas son muy distintas.

¿Qué más observo? Que premeditadamente te molesto, que intencionalmente me mentís. Así, curiosamente nuestras emociones son dañadas, increíblemente frágiles, altamente torpes y salimos desafortunadamente heridos.

 Por lo tanto, nuestras voluntades indefectiblemente se equivocan conscientemente provocan un caos diario y antes o después, tarde o temprano estalla el caos. Luego llega el sosiego y bien mal mejor peor hacemos las paces. Pero los problemas siguen allí acá arriba abajo más cerca más lejos detrás delante alrededor.

Últimamente hemos empeorado y escribo en la pizarra de la cocina: Quizá me ames, tal vez te ame acaso hallemos una manera de ser felices. Claramente, ahora solamente amo al adverbio, porque sus matices me dan esperanza.

¿Qué me dijiste que haga? Francamente es buena tu propuesta. Me iré unos días con nuestra gata Sabrina a la costa a recordar momentos felices o tal vez a darme cuenta de que esos tiempos no volverán, que somos otros, que pasaron los años, que hubo desinteligencias, egoísmos, cambiamos los proyectos y cuántas cosas más, a mí no me gusta más el mate, a vos te molesta el aire acondicionado, a mí no me gustan tus películas, a vos no te agradan mis amigas. Pero el asunto no ha terminado, desgraciadamente. Porque no es tan fácil romper vínculos de tanto tiempo.

Delicadamente te informo que tu ansiedad y la mía esta vez deberán ponerse de acuerdo y seguiremos apostando probablemente a este amor, no a otro, no a la soledad y sabiamente hallaremos respuestas. Pasearemos juntos como el último otoño, a los dos nos gusta el otoño, bajo el mismo paraguas comiendo almendras, a los dos nos gustan las almendras, pisando hojas secas camino a esa posada, a los dos nos gusta esa posada, para tomar nuestro Cabernet Sauvignon, a los dos nos gusta ese vino.

Porque el adverbio puede modificar al adjetivo, al verbo y a otro adverbio, por lo tanto sigo creyendo que te amo apasionadamente, porque sos amorosamente generoso y muy cautelosamente me seguís haciendo feliz. Solamente estamos envejeciendo.