Mi Morocho

Yo tomé tu última foto. Qué fachero estabas mi muchacho. Asomado a la ventanilla del micro eras tan feliz. Sonreías con esa sonrisa de dientes parejitos y blancos, dientes de ajo te decía la Paula y esas comisuras que hacían un bote de tu bocaza que chocaba en los surcos profundos como ríos y te arrugaban esa cara bonita. En tu rostro huesudo, con la luz de la tarde, brillaban tu frente y tu nariz y se ocultaban tus ojos negros y tus rulos rebeldes. Era tu primer viaje al mar. Verano caliente. Te sacaste la camiseta nueva. Mi morocho tan lindo, con esos músculos de horas de gimnasio. En el contraste de blanco y negro vos, mi pibe, te despedías gracioso con ese gesto en las manos, esa señal de shaka, tan tuya y esas voces y cantitos. Guardo tus manos de la despedida, ¡chauviejitallamamemagraciascuídateteamomaadios! No volviste porque te mataron, por correr por la playa, por ser marrón. Es que ellos no vieron la luz blanca de tu alma. Solo vieron tu piel marrón que es de pobre, chorro, fumeta, paria.

Ellos, gatillo fácil, no vieron el resplandor de mi hijo, el destello de tu última foto.