CIELOS ENCERRADOS

El siglo XIX inventó, sin duda, las libertades: pero les dio un subsuelo profundo y sólido – la sociedad disciplinaria de la que seguimos dependiendo.

Michel Foucault

LOS CANDADOS

Cinco puertas atravesaba cada mañana, detrás de mí los candados se abrían y cerraban, el taconeo de mis botas resonaba en el largo pasillo, en el sombrío patio enrejado por el cual un pedacito de cielo se asomaba. Cielo nublado, cielo lluvioso, cielo luminoso, cielo gris, cielos.

Detrás dejaba el mundo de los libres, de los sanos, de los iguales, de los normales. Llevaba una llave en la mano, en la voz, en la mirada, en el cuerpo. Una llave para abrir candados y puertas, esposas invisibles, pensamientos encadenados, sentimientos presos, correr cerrojos y pasadores. Llevaba y llevo una llave, pero algunas veces ellos y ellas me dan la llave a mí y recupero la libertad que fuera de esos muros he perdido. Golpeo la última puerta, llego a la escuela. Mis cielos me esperan, porque dentro del aula se respira, leve, liviano, vaporoso, ligero, un aire de libertad.

CIELO 1 – EL AGUJERITO

En la puerta cerrada del sector del segundo piso del Inchausti hay un agujerito en el vidrio grueso, pero traslúcido. Cuando salgo del ascensor una piba, una niña casi, me saluda por el agujerito, “hola, profe”. Le respondo cerrando la puerta del ascensor. Su silueta me indica que es Mariana D.

Entonces pone sus labios finitos en el agujerito y yo acerco mi mejilla. Me da un beso, un aire pasa por el orificio, ni sus labios ni mi mejilla se tocan, luego yo me agacho y le doy mi beso, ella pone ahora su mejilla.

“Gracias, profe” y saca su índice por el agujerito. Yo hago lo propio. Esta ceremonia la repito cada día, ella me espera, por un agujerito.

CIELO 2 – EL QUIOSCO

Las puertas de la escuela en el Belgrano no tienen picaportes y les falta el vidrio del panel central. Los chicos se asoman y saludan a los que pasan por el pasillo, se cuelgan, algunas veces jugamos a que les vendo golosinas.

Yo lo llamo el quiosco. Algunas veces estoy dentro del aula, y ellos pasan, otras estoy afuera y me llaman para darme la mano o besos.

El que siempre me compra es Fabricio M. Ayer me compró un paquete de pastillas.

– ¿De qué gusto? – le pregunto.

– De gusto a libertad – me responde.

CIELO 3 –  LOS SILENCIOS

Los silencios de Gustavo A. son extensos.

– Hola Gus, ¿cómo va?

– Bien.

– ¿Fuiste al dentista?

– Sí.

– ¿Vino alguien a verte ayer Gus?

– No.

– ¿Te llamaron?

– No, ya no espero a nadie, dejo que el tiempo pase, todo va a llegar cuando tiene que llegar.

Los silencios de Gustavo son extensos, pero desde su mirada escucho los gritos de socorro.