el pozo

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El Pozo

Abuelita, te escribo para que sepas que con esto de la cuarentena mamá cayó en un pozo depresivo. Los primeros días papá le bajaba fruta y verduras con una soga, porque ya sabés que somos vegetarianos. En una botellita iba el agua y cuando comenzaron los fríos descendieron dos mantas y una almohada. Luego pidió sus remedios homeopáticos. La bolsita con sus residuos subía cada noche, la recogía papá porque a Alejo y a mí nos daba asco. Al mes papá le bajó sus libros de autoayuda y el tejido de crochet. Alejo y yo esperamos a que todo pasara. “Siempre pasa” dice papá. La casa sigue su ritmo, ni se la escucha. Cuando comenzó mayo y llegaron las cuentas mamá no pudo resistir no supervisarlas, pero papá se negó, no negoció. Así que finalmente le bajamos la escalera azul, la que usamos para la parte alta del placar y subió. Se bañó, no olía bien, saludó como si nada. Papá tapó el pozo hasta la próxima pandemia, o vaya a saber qué. Abuela, no te preocupes, mamá está bien. Ha vuelto a controlar todo.