mi vecindario

mi vecindario

Mi Vecindario

Nadie sale a la calle, pero estamos comunicados por extrañas formas. Mi calle Garzón no tiene edificios, tiene casas bajas y árboles frondosos. Jacinto, el duro, toca la guitarra a medianoche subido al tanque de agua. Perla asoma su escoba por la ventana dando los buenos días. Lidia desde la terraza agita sábanas y pone tangos. Luis mi vecino hace arreglos por zoom y suelta globos para alegrarnos. Lucía como es muy viejita teje bufandas para el invierno y las cuelga en la reja de su jardín. Los melli preparan la olla popular los fines de semana. Al mediodía cocina doña Pepa y los platos de lentejas van pasando de casa en casa por un sistema de roldanas y tablones que inventó Cecilio, el del taller mecánico. El pan llega de la esquina contraria amasado por la rusa. Nadie la ve, pero ella colabora así, sin ser vista. Yo leo cuentos, parlante en mano. Los niños juegan en las copas de los árboles, aprendieron muy bien. Los remedios se comparten. Cuando a alguien le falta algo sale a aplaudir al umbral. Todos acudimos. Somos muy solidarios, pero sin salir. Vamos pasando lo necesario de techo en techo, como los gatos. La evangelista nos lee los salmos y las bienaventuranzas y Silvana reza el rosario al Ángelus. La verdad estamos muy bien organizados. Es más, apagamos radios televisiones computadoras y celulares, nos desenchufamos. No nos interesa saber cuándo se levantará la cuarentena, no sea cosa que el vecindario vuelva a ser ese lugar ajeno y desconocido donde habitamos.