una historia minima

una historia minima

Una Historia Mínima

Fran comenzó a sacar la basura a las ocho de la noche. Iba hasta el contenedor que parecía un astronauta acompañado de su perra, Renga. Yanni también salía cerca de las ocho. Pero hubo un día, ese día, el miércoles 27, que salieron al mismo tiempo, se alinearon los segundos y se conocieron en el contenedor de la esquina, con la basura en la mano. Renga fue la que conquistó a Yanni que también parecía una astronauta. Durante dos semanas sólo se saludaban y se veían los ojos. Los de Yanni negros, muy negros. Los de Fran, rasgados, porque había nacido en una zona rural montañosa de un pueblo impronunciable de China, Xinjiang. Él era el chino del supermercado. Ella la hija de la verdulera boliviana de la otra cuadra. Y después de cuatro semanas de encuentros a las ocho del atardecer en el contenedor de Cañada de Gómez y Garzón una noche bajaron sus barbijos, se sacaron los guantes de látex y se abrazaron y besaron hasta morir. Renga ahora es de los dos.