ENSAYOS PARA UN CUENTO

DENTRO DEL CUADRO

El alambrado de la casa atrapó el otoño. Estaban reunidos los tres. En el aire volaba un aroma a faso. Había tristeza en sus ojos, cansados, sin dormir. Juan la miraba interrogando ¿qué hiciste? parecía decirle. Desde afuera ya se oía la sirena de la patrulla. Aníbal la sostenía por el hombro. Rozaba la ropa áspera y sucia. Debía pedirle algo, que se fuera. Clara tenía la piel como la arena, de noches sin dormir y la mirada acuosa como las aguas del riacho que pasaba por detrás del pueblo. Sé que en ese momento recordaba a su madre cocinando su guiso de lentejas, tenía el sabor en los labios y a su padre riendo en la mesa. Amaba las lentejas.

FUERA DEL CUADRO

Detrás de la puerta estaba él, tieso en su cama. Afuera ladraban los perros. Las luces del cuarto contiguo aún estaban encendidas y llegaba ese olor a orines a remedios a encierro. Cuando escuchó la llegada de la camioneta se asustó, pero enseguida supo al oír los gritos de su nombre que ellos venían a rescatarla, aunque ya era tarde. Desde el patio entraba la luz de la luna que se escondía tras las nubes y volvía a aparecer, iluminaba su perfil. Ya está ya está, decía, ahora no sufre más. Y los perros seguían ladrándole a la muerte que sentada en la medianera sonreía. Juan y Aníbal no comprendían, pero estaban allí.

EL PERSONAJE

Clara estaba abatida. Qué profunda tristeza. Miraba el piso, no hablaba. De pronto levantó la cabeza, quería explicarles a Juan y a Aníbal, pero no sabía por dónde comenzar. Hacía como tres días que no dormía y ese estado de perturbación no le permitía aclarar sus ideas sus palabras, estaba confusa. Ahora que todo había terminado solo quería tomar aire fresco, salir de la habitación, ordenar cronológicamente lo sucedido, una y otra vez, como cuando ordenaba los cajones de ropa, los libros de la biblioteca, la vajilla del modular, los zapatos, los lápices de colores, porque ella todo lo ordenaba lo clasificaba. Ahora no era igual. Ya está ya está hecho, terminó todo, dijo Clara. Cada cosa en su lugar y papá donde debe estar, para él es lo mejor. Ya me había dicho y yo le cumplí, le hice caso como siempre. Él me lo pidió y tenía razón. No era justo ni sano ni bueno ni verdadero, yo cumplí con mi promesa, sé que él me lo agradece estoy más tranquila. Ya terminó todo. Miren está amaneciendo. Hoy será un lindo día de sol. Juan, hacete unos mates, dale.

EL HECHO

El patrullero había estacionado y las luces giraban y giraban. Todo ocurrió tan pausadamente, como en cámara lenta. Ella se sentó Juan pasó a la habitación Aníbal abrió la puerta entró la policía, eran tres y una mujer que la esposó. A Clara se le detuvo la imagen se hizo un silencio largo, una sordera. La pava chiflaba en el fuego un poli la sacó antes que hirviera. El mate se quema con agua hervida dijo Clara, eso se lo había enseñado su padre. Lento todo era lento como su vida seguiría siendo después de ser acusada y juzgada por asesinato.