ALTA FIESTA

Alta fiesta

No pensó mucho qué se iba a poner, tenía dos conjuntos más o menos bonitos para las fiestas, uno, el pantalón negro, ancho bordado en la botamanga con la camisola negra con un estampado leve que iba esfumándose hacia la cintura. El otro un pantalón azul rabioso con una camisola similar a la negra pero con un estampado en flores azules. Eligió el azul, era más jubiloso para la ocasión. Zapatos no tenía, es decir, sí tenía pero tacones que ya no estaba dispuesta a calzar y unas sandalias de cuero algo arruinadas, así que esa mañana del 24 de diciembre salió apurada hasta Lugano, se tomó el 80 y anduvo buscando una zapatería barata pero con una chica muy atenta que hacía dos meses atrás la había atendido muy bien con su nieta y su calzado, no era una niña fácil, pero todo había resultado adecuado, gracias a ser tan buena vendedora. Ella valoraba mucho esos detalles y decidió volver al negocio, lo halló pronto y salió con unas sandalias negras con dos hebillas, un taco discreto y no muy caras.

 Resuelto el ajuar para esa noche, tenía los regalos para todos y todas. Habían sorteado el conocido amigo invisible, eran muchos para tantos regalos, así que los adultos recibirían un regalo de su amigo invisible y los nietos y nietas más, por supuesto, a criterio de cada uno. No estaban los tiempos para tanto gasto.

 La comida la habían pensado desde hacía un mes atrás con sus hijas y sus nueras, con su hija menor había diseñado la mesa navideña, los adornos en las copas, las servilletas, los platos, las bandejas, los señaladores de ubicación. Había carnes, peceto, pollo y una mousse de pescado, ensaladas a rolete, debía haber  todos los colores en la mesa, brillaban las zanahorias, los brócolis, volaban las lechugas y repollos, platitos con aceitunas, frutas secas, tomatitos cherry, aderezos y tres tipos de aceites, berenjenas y ajíes en cuencos de cerámica, huevos rellenos, choclos amarillos luminosos, palmitos champiñones, papas emperejiladas, variedad de legumbres muy bien condimentadas, panes caseritos y aguacate y panqueques, no podían faltar los panqueques de fiambre. 

 Todo estaba listo. Sería una hermosa Nochebuena. El lugar no lo reconoció cuando entró, era un parque muy hermoso, lleno de árboles, la mesa, larguísima tenía un mantel blanco bordado, las servilletas eran rojas. Quedó muy impresionada. Había banderines y guirnaldas de papeles de colores, luces y música. Sonaban Abba, Fito, Darienzo, el preferido de su papá, para todos los gustos. ¡Alta fiesta!

 Y de pronto quedó paralizada, comenzaron a llegar, su padre y su mami, su hermana, que le sonreía le sonreía, estaban sus suegros tomados del brazo, su amigo Pedro, que no veía desde hacía tanto, desde la pandemia. Luego llegó su consuegra, su entrañable amiga Dora, sus vecinos Tito y Beba y doña Consuelo y Mabel, sus otras vecinas, sus tías, ¡ah!, cuánto tiempo que no las veía, su cuñada Caty. No podía creerlo, tanta gente que hacía tiempo que no pasaba una Navidad con la familia.  Estaba tan feliz, pero tan feliz de verlos a todos juntos que buscó a su esposo, a sus hijos e hijas, a sus doce nietos y nietas. Comenzó a llamarlos, a gritar sus nombres y no los podía ver. Se entretuvo saludando uno a uno, especialmente a su padre a su mami y a su hermana, se abrazó con Pedro. Todos y todas sonreían. Qué maravillosa Nochebuena, como ella quería, solo un detalle le llamó la atención. Se asomó a un balcón y pudo ver como en la mesa del comedor de su casa, su familia brindaba a las 12, se abrazaban y también lloraban. Pudo ver que su foto estaba en la mesa con una velita encendida, como ella solía encender cada Navidad a sus amados muertos.